viernes, 9 de diciembre de 2011

El olvido 2



Un día de estos, en los que me despierto después de media jornada laboral, recuerdo un viaje muy largo, del que llegué hace poco; me encuentro allí, en aquella casa alejada de la India donde la gente se marcha a estar solo, a vivir ese momento de paz interior, de reflexión y es ahí donde estoy yo;  repartido entre dos mundos, dos oficinas muy diferentes, por un lado un caso de una joven con ganas de desconectar y por otro un señor que piensa que su vida ya no tiene solución que ha desperdiciado los años y que esto se acaba.
 ¿Y qué hago yo? Ponerme manos a la obra, ¡hay mucho trabajo por delante!
Odio tener que relacionar vidas tan… ¿Cómo definirlas? Paralelas, tal vez.  Pero esta noche es especial, tengo esa sensación de que lo más insignificante para los dos los puede unir, crear un lazo entre ellos, eliminar esos problemas y conseguir cumplir sueños.
Ahí está la solución, un simple maniquí, hay veces en la vida en que eres el títere de todo el mundo, el maniquí al que le ponen, le quitan cosas, le dan abrazos y besos, pero también patadas y empujones. Un maniquí al que le quitan un brazo y su alrededor no siente su dolor, pero él lo lleva por dentro. Pues que mejor manera de unir estos dos mundos paralelos que creando uno en el que cuelguen todo lo que quieran borrar de su recuerdo, es decir, de mi oficina, dejando paso a los buenos momentos que quedan por vivir.
Y así sucedió, este objeto unió la vida de estas  dos personas, comenzaron a contarse sus cosas, a crear ese maniquí donde dejaron su pasado, comenzando un futuro prometedor.

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