lunes, 10 de octubre de 2011

El Otro yo, Noelia Serrano

Me llamo Gustavo, y todavía recuerdo aquel día en el que decidí ser mecánico. Era la primera vez que asistía, junto a mi padre, a la IX exposición de la Feria Internacional del Vehículo Clásico, en Cáceres, que estaba a diez minutos de mi pueblo, fuimos con el coche de mi padre, este tenía un ambientador de un fuerte olor a jazmín, que tanto me gustaba.

Fue llegar , y me quedé fascinado con la gran cantidad de coches que había, cada uno de una clase, desde un Lafayette del año 1920 hasta un Austin Mini Clubman del año 1960, cada uno de ellos eran peculiares y diferentes del resto, lo que hacía que todavía fueran más especiales.

A partir de ese día, y con tan solo siete años, descubrí que mi única ilusión en la vida era ser mecánico, quería saber todo aquello que tuviera que ver con el mundo del motor, conocer todos los coches que existían y soñaba con volver a poner en marcha aquellos vehículos que un día dejaron de funcionar.

Poco a poco, fui perdiendo el interés por los estudios, por salir con los amigos, por ver la tele o incluso, por pasar un rato con mis padres. Solamente me importaban los coches, solo eso; lo demás para mí, era secundario.

Esta obsesión, ha tenido una gran repercusión en mi vida; a mis 56 años, me siento solo, muy solo. Me centré durante muchos años en mi pasión, olvidando otros aspectos de la vida, que ahora pienso que son mucho más importantes, como tener a alguien a tu lado que te haga feliz y poder formar una familia. Pero, sobre todo, me gustaría tener unos hijos a quienes enseñarles a no cometer los errores que en su día cometí.

En mis días tristes, me alejo con mi caballo a otro lugar, reflexiono recostado en un árbol acerca de mi vida. Tras largas horas de reflexión, me he dado cuenta de que es demasiado tarde para volver atrás, que el tiempo ya ha pasado, que la vida son dos días y estos hay que vivirlos intensamente rodeado de gente que te haga feliz.

1 comentario:

  1. Lo que más me gusta de este relato es que muestra que las personas tenemos otras salidas, además de los estudios superiores, que nos pueden hacer muy felices: la mecánica, la restauración, la cocina...
    Es triste que esté tan solo al final... ¡Ánimo Gustavo, nunca es tarde!

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