martes, 11 de octubre de 2011

El otro yo. Paseos.



Justo hoy hace treinta años de mi existencia en este mundo y aún sigo recordando aquellos interminables paseos. Paseos que tú y yo dábamos cuando llegaba la aurora.

Otro día más nace en Guayaquil, mi tierra, y vuelve ese sentimiento que intentaba olvidar.

Y es cuando tu mano, me rozaba, me tocaba, mi piel se aderezaba, se encendía.
Y es entonces cuando la musa, que está en mí, canta, me toma, y me arrebata la razón de tus labios.

Y en ese recuerdo del paseo, cuando empieza a llegar la aurora, cargada de aromas...
Aromas a hierba luisa que se entremezclaban por las calles.

Y en un abrazo, te sentía, te intentaba, te apretaba, erás mía, siempre, entera, perfecta.
Y es cuando la musa se retuerce y canta:
un, dos, tres.

Nadie como tú ha sido capaz de provocarme,
amarme, excitarme, tentarme, avivarme...
y aún sigo sin comprender si era una ilusión o simplemente un esbozo de mi humilde profesión. Ilusionista, ilusión, ilusionado.
Un, dos, tres...
el mundo para, no gira, se estanca.

Y al final del camino alzábamos nuestra mirada y veíamos el atardecer con colores anaranjados, rosados...
como aquel armadillo que tanto te hacía sonreír.
Colores que se difuminaban en nuestras pupilas porque al coger aire para seguir era respirar la complejidad de los viejos recuerdos. Porque la sinceridad nace y empieza con uno mismo.

Un, dos, tres,
y el paseo acaba...

4 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. Es muy profundo, me ha gustado mucho :D

    ResponderEliminar
  3. David.. no conocía este lado romántico tuyo; me has enamorado ; )
    El relato tiene ritmo, lo que más me ha gustado son las dos frases finales.. un dos tres

    ResponderEliminar